En la sociedad moderna, el juego en su concepto primitivo se bifurca. Mientras algunos mantienen sus características tradicionales, otros comienzan a perder espontaneidad a la vez que ganan en estructura. Se pierde en estos la sensación de libertad, y acaban convirtiéndose en una actividad distinta que, sin dejar de serlo, ya no se puede considerar totalmente un juego. Aparecen después las reglas, las normas y la técnica para desarrollar y practicar la nueva actividad: el deporte.
Partiendo de la estructura del juego, el deporte añade la idea de competición reglamentada. El líneas generales podemos decir que el juego es más libre que el deporte. El deportista establece una competición consigo mismo, contra el tiempo, contra la distancia, contra un adversario; busca y provoca la dificultad e intenta superarla
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